lunes, 20 de diciembre de 2010

Disminuir la Historia, Disminuir la Cultura // Andrés Kalawski

“Reducir horas de algunas materias a favor de otras es un acto simbólico, un acto de desprecio por esos espacios de reflexión crítica sobre el mundo. Una declaración pública de la jerarquía de las cosas: no nos interesa que se interrogue por el mundo, queremos que sea funcional, que lea, sume y reste, para que venda y compre, no para que sea ciudadano”.

Por Andres Kalawski, Dramaturgo. Profesor en Escuela de Teatro y en Dirección Audiovisual UC

flickr.com/photos/aotarola
Entendámonos bien. El sistema escolar está profundamente equivocado, incluso más allá de las inequidades socioeconómicas que ayuda a perpetuar. El sistema escolar -que en Chile es una especie de depósito de niños que permite trabajar a los padres y a la vez prepara a esos niños para sostener un sistema social injusto e ineficiente- está enfermo aquí, en Inglaterra y probablemente en Finlandia. El que algunos hayamos sobrevivido al sistema, que incluso lográramos cierto éxito en su interior no es más que un síntoma paradójico que nos tranquiliza mientras nos debilita. La idea de que todos los niños vayan a sentarse mirando en una misma dirección, quietos, durante varias horas todos los días es una rareza histórica y un error. Por supuesto, hasta aquí, la discusión de los currículos, de las horas con barreras disciplinares añejas es intrascendente.
Entendámonos bien, la historia se puede enseñar mal, obligando a “memorizar fechas de batallas”, como alegan los Fabulosos Cadillacs, como se preguntaba Engrupo, que es justamente lo que promueve este gobierno desoyendo las sugerencias de los expertos. Se puede enseñar una historia superficial, monocausal y chauvinista que no es otra cosa que una defensa del horror. Se puede enseñar historia tibia y descomprometida que termina sosteniendo la ignorancia al proponer una superficialidad totalizadora. Se puede enseñar una geografía nacionalista y dañina, una economicista que reduce el territorio a su explotación. La educación tecnológica ofrece un repertorio casi infinito de inutilidades y humillaciones. Así, también la discusión por la cantidad de horas es marginal.
Pero, entendámonos bien, si nuestro sistema educacional es raro es justamente porque en etapas de la vida humana en que el aprendizaje emocional y la conexión con el entorno y la comunidad son aspectos clave para el futuro desarrollo, liceos y colegios ofrecen hermosas tautologías, saberes abstractos y autorreferentes. No se trata de la tontería de la utilidad de las materias, sino de su conexión con la vida de niños y niñas. Justamente la historia, la geografía y la educación tecnológica ofrecen esos puntos de salida. Ahí donde la Matemática es perfecta, la Historia es sucia, la Geografía está llena de barro del barrio donde crecemos. Gracias a la Historia podemos partir a conectarnos con la larga fila de hombres y mujeres que fueron antes que nosotros, gracias a la Geografía podemos recuperar la conexión con el territorio -la “emoción del paisaje” de la que hablaba Borges-, la Educación Tecnológica dignifica la actividad manual y nos recuerda hasta qué punto es concreto el que los humanos somos animales transformadores del mundo.
Yo sé que a la derecha le gustaría vivir en un mundo que no tuviera cultura. Entiendo que les guste el nivel de las cosas y el de los individuos y que les moleste el nivel de las comunidades, donde emerge la cultura. Pero existe la cultura, existen los signos, existe la política. Reducir horas de algunas materias a favor de otras es un acto simbólico, un acto de desprecio por esos espacios de reflexión crítica sobre el mundo, de conexión con la comunidad. Una declaración pública de la jerarquía de las cosas: no nos interesa que se interrogue por el mundo, queremos que sea funcional, que lea, sume y reste, para que venda y compre, no para que sea ciudadano. Menos educación, más instrucción.
Reducen las horas de Historia, Geografía y Educación Tecnológica, más encima alegando que los colegios tienen horas de libre disposición para compensar, si quieren, es una forma de enfatizar aún más el peor aspecto de la uniformidad, no la estandarización de la calidad, sino el impedimento de la diversidad. Dije en alguna parte que sin lenguaje los niños no entienden lo que leen y sin historia no entienden lo que viven.
Entendámonos bien, una medida tan equivocada cuesta comentarla en corto. Si puedo resumir, es cosmética, inútil y elocuente de una ideología que menosprecia a nuestros escolares. Deseamos que se revierta y nos manifestamos al respecto, por ahora, vía http://historiayreforma.wordpress.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario